Esta es la conclusión que se puede extraer de su intervención en la última sesión del Consejo de Gobierno, en respuesta a las preguntas del representante del PTGAS.
El gerente, en un tono de monologuista y con buena parte del Consejo de Gobierno entregado, explicó que al año se hacen 500 nombramientos de PTGAS, a pesar de que solo hay 1.500, lo que significa que un tercio de la plantilla “no para de moverse”. No detalló qué porcentaje representan los nombramientos precarios por acumulación de tareas, ni si se incluyen los monitores de la Escola d’Estiu, pues hacer trampa con los números no es difícil.
Defendió la creación de la Gestión de Plantillas 2.0 para cubrir “huecos” en la plantilla de administrativos, medida que ya implementó la anterior administración y que acabó como el rosario de la aurora. También dijo que la solución propuesta por STEPV, que consiste básicamente en cumplir la ley, le gustaba pero que la suya era mejor.
A pesar de que no fue claro, parece que se cuestiona renovar el convenio de reciprocidad para el reconocimiento de la carrera profesional entre las universidades públicas valencianas, que finaliza a finales de octubre.
El gerente, considera que el convenio de reciprocidad es como si Mercadona y Consum hicieran un pacto para facilitar la movilidad de su personal. Confunde administraciones públicas con empresas privadas y quiere que la plantilla tenga derechos de Hacendado.
Deducimos que el razonamiento es que si el PTGAS “palma” pasta si se va a la Universitat de València, no se irá. Es lo que pasa con los rehenes, que no se van.
La pregunta que no respondió es que pasa con los concursos de traslados, que nunca se convocan, y que dan mucha ventaja a las personas que ocupan los puestos en comisión de servicio. Es significativo que la administración convoque los concursos de jefe de sección, que han sido ocupados por comisión de servicio el tiempo suficiente, pero no aquellos que llevan poco tiempo.
La conclusión es que, quitar el procedimiento de concesión de comisiones de servicio y retrasar los concursos es una forma sutil de decidir quién tiene que promocionar.
Así está el patio.